Por cada dólar que el trabajo infantil genera, el país pierde 6’

El Comercio (Ecuador)
06/01/2006

Redacción Negocios

Para Juan Rolando C. su jornada de trabajo en la terminal terrestre de Quito se inicia a las 06:00 y puede concluir a las 19:00, “según como esté el día”.

Cuando recién aclara la mañana, Juan Rolando busca los buses interprovinciales para aplicar sus habilidades con la escoba y la pala. De su buen desempeño con estas herramientas dependerán sus ingresos económicos del día.

Esta historia suena común a la de cualquier trabajador informal del país, con la diferencia que Juan Rolando es menor de edad. Recién tiene 14 años y trabaja barriendo buses desde los 11.

Con su labor, que la cumple de lunes a viernes “porque los fines de semana viajo a Pujilí donde estudio la secundaria”, logra reunir unos 120 dólares al mes.

Según Trinidad Suárez, responsable del centro de apoyo que el Programa del Muchacho Trabajador (PMT) mantiene en la terminal, esa cifra es el promedio de ingresos que generan al mes cada uno de los 150 niños trabajadores que asisten a este lugar de apoyo.

El aporte del empleo infantil resulta vital para la economía familiar de estos niños. Allí es común que trabaje más de un infante en apoyo a su padres que mantienen trabajos informales o precarios.

Pero lo que para los presupuestos de esos hogares de escasos recursos resultan un alivio, para la macroeconomía nacional se convierte en un lastre duro de llevar.

Eduardo Araujo, coordinador en Trabajo Infantil de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, señala que por cada dólar que se genera por el trabajo infantil, en especial en actividades de alto riesgo, los países pierden seis.

“El integrar a los niños trabajadores a los sistemas escolares y de salud y los gastos relacionados con temas de seguridad generan muchos más egresos de los que se requieren para mantener a esos niños en los sistemas regulares de escolaridad”, señala Araujo.

Paradójicamente, son los países más pobres los que más padecen por esos egresos. Según la OIT, la tasa de participación en la fuerza laboral de los niños de 10 a 14 años en las naciones con ingresos per cápita de 500 dólares o menos, es del 30 al 60 por ciento. Mientras más aumentan los ingresos, el trabajo infantil baja más.

En el país, las cifras respecto a empleo de menores de edad son difusas. Cálculos de organismos internacionales señalan que hay más de 800 000 niños, entre cinco y 17 años, que trabajan.

A esta cifra debiera agregarse un buen porcentaje de hijos de migrantes, especialmente colombianos, que sin cumplir los 18 años ayudan a la manutención de sus familias con trabajos informales.

No todo trabajo se puede abolir

Retirar abruptamente a los niños del trabajo infantil, especialmente en las tareas agrícolas, sin tener un plan de seguimiento y reinserción escolar y social para estos y sus familias resulta contraproducente, según la OIT.

Este organismo, adscrito a las Naciones Unidas, advierte que ello puede ocasionar más problemas al rebajar los ingresos familiares, porque puede obligar a la migración del campo a la ciudad, donde los problemas de pobreza se agudizan aún más.

La OIT recomienda mantener programas de salud y escolares en las zonas adyacentes a los lugares de trabajo para ir reincorporando a los niños paulatinamente.

Además, se establecen categorías de trabajos “permitidos” para los infantes. Esta división laboral se hace según su edad y condiciones físicas, en especial para niños que estén por sobre los 14 años.

Respecto a los trabajos “peligrosos”, cada Estado define cuáles son, aunque se mantienen criterios de riesgo, salud, esfuerzo, etc.

El género influye

En el país, la edad mínima permitida para que un niño trabaje es de 15 años, según últimas reformas laborales aprobadas en el Congreso. De esta edad hasta los 17 años se permite el empleo de menores siempre y cuando se mantengan horarios, esfuerzos y demás condiciones adecuadas respecto a su edad y capacidad.

Bajo esos parámetros, se acepta el trabajo de los menores de 18 años que no afecten la salud de los menores, ni el desarrollo personal y que tampoco interfiera en su escolarización.

En los países menos desarrollados ,la dependencia económica del sector agrícola redunda directamente en el incremento del trabajo infantil. Según estadísticas de la OIT, el 70 por ciento de los niños que trabajan en el mundo lo hacen en labores del campo.

El género es otro factor que influye en la ocupación infantil. En la industria y la agricultura, los niños son mayoría , mientras que para las niñas, los sectores de servicios, en especial de trabajos domésticos, son más frecuentes.

Derechos reservados ® 2000-2006 C.A. EL COMERCIO